Juan Antonio Bayona es considerado ya como un genio en el mundo cinematográfico. El español cuenta con un repertorio de películas memorables entre las que aparecen Jurassic World: el mundo caído, Un monstruo viene a verme y Lo imposible. En esta última película producida en el 2012, Bayona ya demostraba su capacidad de trasladar la desesperanza y desesperación que se vive en situaciones límites, cuando la vida es puesta a prueba en los escenarios más extremos y la lucha por la supervivencia saca a relucir la resiliencia humana.
Los seres humanos somos adictos a las historias y más aquellas que son verdaderas. Precisamente lo que hace de La sociedad de la nieve un impacto mediático, es que atraviesa la ficción. Tan solo imaginar que los terribles sucesos que vemos en pantalla, no son parte del imaginario del guionista sino acontecimientos reales de hace 50 años, toca nuestras fibras emocionales. La película retrata sin tapujos los 72 días que los supervivientes del vuelo 571 de las fuerzas armadas uruguayas tuvieron que soportar en las inhóspitas montañas de los Andes, con temperaturas que al ocultarse el sol, disminuían hasta los -30 grados.
Es evidente desde el comienzo que Bayona desea mostrar la importancia de la dimensión espiritual en su película, que para muchos de los tripulantes resultará en un ancla en medio de la desesperación y el dolor. En una de las primeras escenas aparece Numa Turcatti junto con toda su familia en una iglesia católica. La voz principal de la película hasta casi el final, es la de Numa, un recurso engañoso que el director decidió usar, ya que uno supone que quien cuenta la historia es parte de los sobrevivientes, pero este no es el caso, pues Numa termina perdiendo la vida tan solo dos semanas antes del gran rescate.
Numa es descrito tanto por sus amigos como un joven humilde, de bajo perfil y apacible. De hecho sus familiares coinciden que en la película de Bayona se refleja con bastante similitud las cualidades del joven. Mientras los demás naturalmente pierden la cabeza ante los diferentes sucesos que van aconteciendo en los Andes, a Numa se le ve introspectivo, derramando lágrimas en silencio y algo reflexivo.
Los elementos espirituales están presentes en toda la película ya que la mayoría de los personajes en la vida real tenían una intensa fe católica y son precisamente estas convicciones las se ponen a prueba en la lucha por preservar la vida. En La sociedad de la nieve vemos cosmovisiones enfrentadas, vemos la ética de los jóvenes enfrentada, su fe y sus dioses. La cuestión de si comer carne humana o no ya genera un problema moral para quienes no profesan ningún tipo de fe, pero para quienes sí y que consideran el cuerpo humano más que un simple conjunto de carne y huesos evolucionado, supondrá un desafío a gran escala. La desesperación y la incertidumbre traspasan la gran pantalla e invade a los televidentes también.
Puede ver el tráiler tocando la siguiente imagen.
En una ocasión tiene lugar una de las conversaciones más memorables de la película. Numa anima a Arturo a tener fe, este le contesta que tiene más fe que nunca, pero que su fe no es como la suya, que su Dios no es como el suyo: “Mi fe, disculpáme Numa, no está en tu Dios, porque ese Dios me dice lo que tengo que hacer en mi casa, pero no me dice lo que tengo que hacer en la montaña... Numa, este es mi cielo (mientras toca el techo del avión) y yo creo en este Dios... Creo en el Dios que tiene Roberto en la cabeza cuando viene a curarme las heridas, creo en el Dios que tiene Nando, en las heridas para ir a caminar sin condiciones, creo en las manos de Daniel cuando corta la carne y Fito cuando la reparte, sin decirnos a qué amigo perteneció y así podemos comerla sin tener que recordar su mirada, yo creo en ese Dios”.
La escena sin duda es un reflejo de lo que sucede en la vida real. Ante un mismo evento, dos personas que lo presencian, pueden interpretar de manera distinta los hechos de acuerdo a su cosmovisión. El sufrimiento se vive de maneras diferentes de acuerdo a las presuposiciones que cada ser humano posee. Un estoico genuino y practicante (si es que se puede practicar el estoicismo en la realidad) aceptaría sin mayores cuestionamientos el sufrimiento de su vida y el ajeno. Pero esta no es la realidad para la mayoría de los mortales. La queja de Arturo, sobre “un Dios que me dice lo que tengo que hacer en la iglesia, pero no me dice lo que tengo que hacer en la montaña”, suena mucho a la queja de la mayoría de personas que no pueden reconciliar la idea de un ser supremo todopoderoso y bueno, que al mismo tiempo parece indiferente o impotente ante los mayores problemas de la humanidad.
Pero en cierta manera, no es que el dios de Arturo fuese completamente diferente al Dios de la Biblia, porque sin duda, en nuestra experiencia diaria, es Dios quien nos sana a través de la medicina, quien nos ama a través de los amigos y quien nos santifica a través de la Iglesia, pero Dios es mucho más que esto. Tal vez Numa lo sabía. Que el sufrimiento, esa profunda sensación de dolor que se siente en todo el cuerpo y en ninguna parte al mismo tiempo, es una experiencia que no solo compete a los seres creados, sino también al mismísimo creador.
El mundo entero se pregunta qué significa la nota final que Numa dejó a sus amigos la noche previa, cuando sabía que iba a morir. En ella no solo se encontraba el permiso de disponer de su cuerpo cuando ya no estuviera en él para servir de alimento a la fraternidad, sino el ejemplo más vivo de amor y sacrificio que no se niega a sí mismo por el bien de los demás. Lo más interesante es que el propio Numa quien se negaba a alimentarse de sus amigos muertos, ahora disponía de su cuerpo para que otros lo hicieran, dejando tal nota para liberarlos del peso de la culpa de lo que suponía tal acto.
Esta escena es un grito del evangelio a nuestra sociedad contemporánea. Aunque la diferencia abismal es que Numa no tenía otro remedio que dejarse morir, no fue su elección personal, sin embargo, Jesus se despojó voluntariamente para una muerte de Cruz. Por eso, conociendo lo que se venía, animó a sus discípulos y les previno: el que más ama, es aquel que da la vida por sus amigos. Él la daría, literalmente. Jesús, el varón de dolores, sabe más de sufrimiento que cualquiera de nosotros. Bayona decidió que Numa debía ser la voz principal de la historia, porque reconoció en su nota final, la esencia y definición del amor sacrificial.
En nuestro día a día, mientras realizamos nuestras actividades cotidianas, nos topamos con personas que cuestionan nuestra fe. De todas las preguntas, considero que una de las más complejas de responder es la del problema del sufrimiento. “Si tu Dios realmente existe, ¿por qué permite el sufrimiento?”. ¿Si Dios es real, porque no evitó que el vuelo 517 colisionara contra los Andes? ¿Por qué no preservó la vida de los pasajeros? Son preguntas honestas que personas racionales suelen hacerse, pero debemos saber, que no estamos ante una pregunta habitual que requiera una respuesta del tipo lógico/racional. El que cuestiona en este sentido, no está buscando una definición lógica de lo que es el sufrimiento, ni una explicación esquemática de por qué Dios lo permite, sino una que atraviesa su corazón y convenza a sus emociones de que el Dios de la Biblia, realmente ama y se preocupa por su creación, que no es como el dios de Arturo, que ignora voluntariamente el sufrimiento.
Sin duda, existen muchos buenos argumentos para acercar a la Verdad a estos cuestionadores. Como la idea de Alvin Plantinga de que el mundo en el que vivimos, es el mejor mundo posible y la consecuencia de la libertad. O la idea de Keller, de que quien pregunta por el sufrimiento está asumiendo que las cosas no deberían ser de este modo y que existe un bien supremo a quien nosotros llamamos Dios. Sea que elijamos un argumento u otro, debemos procurar llevar al cuestionador hasta la gloriosa verdad del evangelio. De hecho, la pregunta al problema del dolor, es la que más rápida y naturalmente nos dirige a las Buenas nuevas, porque no hay una respuesta mejor que un Dios que se identifica y ama tanto a su creación, que decide sufrir por ella, con la promesa de eliminar un día el mal y traer justicia y paz eterna. La verdad, es como escuché decir a mi profesor de apologética: “no existe una cantidad suficiente de mal que no se pueda ahogar en el mar de la eternidad”.
La sociedad de la nieve es entonces un reflejo muy honesto de las diferentes respuestas que como seres humanos tenemos frente al problema del sufrimiento, o nos topamos con un dios indiferente y hasta inútil o nos encontramos con el Dios de la Biblia, que sufre con el que sufre, pero que también es todopoderoso para poner una fecha de término al mal del mundo. La película también nos deja grandes recordatorios para el día a día: que la vida es un milagro, que el dolor no es una opción y que solo aquellos han puesto su esperanza en Jesús, son capaces de identificarse con su maestro en todo, aun si eso implica imitarlo hasta la muerte.
Fuente: El Evangélico Digital