Hoy continuaremos reflexionando en el tema del día malo, que cualquiera lo ha tenido o lo tendrá; o tal vez usted conozca a alguien que está viviendo un día malo o una mala circunstancia. Para ello nos ubicaremos nuevamente en la carta de Pablo a los Efesios, capítulo 6.
Como dijimos, la Biblia en ninguna parte expresa que Dios impedirá que recibamos el día malo; de hecho, Jesús dice: «en el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!», y Él nos ha hecho más que victoriosos por su gracia.
Veamos lo que nos enseña la Palabra de Dios en la carta del apóstol Pablo a los Efesios 6:13-18, acerca de la armadura, pero por lo extenso del tema, sólo nos enfocaremos en el escudo y en la espada; además de ser lo que más sobresale en la armadura, es lo más importante porque con uno nos protegemos y con la otra atacamos al enemigo de nuestra alma, ese que viene contra nosotros en el día malo:
«Por esta causa, tomen toda la armadura de Dios para que puedan resistir en el día malo y, después de haberlo logrado todo, quedar firmes. Permanezcan, pues, firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, vestidos con la coraza de justicia y calzados sus pies con la preparación para proclamar el evangelio de paz. Y sobre todo, ármense con el escudo de la fe con que podrán apagar todos los dardos de fuego del maligno. Tomen también el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos».
En este pasaje bíblico el apóstol usa varios verbos imperativos (que expresan mandatos y órdenes), como son: tomen, permanezcan y ármense. Esto indica que debo tomar la iniciativa, nadie lo hará por mí; una vez que lo hagamos, entonces tendremos el respaldo del Señor para alcanzar la victoria. Por eso asegura la Biblia que en Cristo «somos más que vencedores».
• En el verso 13, se nos ordena personalmente «tomar toda la armadura» que es la que nos ayudará a «resistir en el día malo y terminar firmes»; como lo vimos en el artículo anterior.
• En el versículo 14, se nos manda a permanecer firmes, no sólo para salir victoriosos sobre el día malo y estar firmes; sino que es nuestra responsabilidad permanecer firmes, siempre con la armadura de Dios puesta; como se nos muestra en el resto de este versículo y el siguiente (el número 15).
• En el versículo 16, la Palabra de Dios usa el verbo armarse, que en imperativo dice «ármense», en este caso «con el escudo de la fe». El escudo es la parte sobresaliente de la armadura con la cual nos protegemos, en primera instancia, contra los dardos o flechas de fuego con los cuales nos ataca el maligno. Los soldados acostumbraban a mojar sus escudos para cuando los golpeará un dardo encendido, el mismo se apagara.
La fe es como ese escudo húmedo donde las flechas encendidas de Satanás chocan y no nos alcanzan, por lo tanto, no nos pueden hacer daño. Nos ataque con lo que nos ataque el enemigo, si nuestra fe está firme en Cristo Jesús sus dardos no nos harán daño y saldremos airoso de sus ataques y tentaciones.
Las otras partes de la armadura cubren nuestro cuerpo por si algún dardo o flecha logra evadir el escudo, pero la mayor importancia está en el escudo de la fe; «sin fe es imposible agradar a Dios» y menos recibir el apoyo que necesitamos en el día malo. Si las flechas encendidas no son repelidas por el escudo de la fe, entonces pueden penetrar por algún pliegue o ranura de la armadura y causarnos daños. Manteniendo la fe en el Señor, tendremos firme nuestro escudo protector.
• El verso 17 nos habla de la otra parte externa de la armadura de Dios, en este caso es «la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios». Todo el resto de la armadura, incluyendo el escudo, nos sirve para protegernos, pero la espada es la única arma que tenemos para atacar al maligno. No es mi espada, ‘es la espada del Espíritu Santo’, por lo tanto, debemos tener mucho cuidado en este asunto; si voy contra el diablo con mis fuerzas y con mis palabras seré derrotado, pero si lo ataco con la Palabra de Dios, entonces lograré hacerlo huir y derrotarlo. Recordemos lo que nos dice Santiago 4:7, «sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes». No conocemos ninguna otra manera de someterse a Dios más que obedeciendo su Palabra contenida en la Biblia. Una vez la obedezcamos y la usemos contra el diablo como la ‘espada del Espíritu’, entonces huirá de nosotros.
Esa fue la manera con la cual el Señor enfrentó los ataques del diablo en el desierto al final de su ayuno de 40 días. En Mateo 4, vemos que Jesús no discutió ni argumentó con el maligno, simplemente lo enfrentó con ‘la espada del Espíritu’, y a Satanás no le quedó más remedio que huir. Hagamos nosotros siempre lo mismo que nuestro Maestro y Señor, absolutamente siempre, y haremos huir al diablo.
Ahora, es sumamente importante mantener nuestra fe como escudo, estudiar y aprender los principios bíblicos: ¿quiénes somos?, ¿qué deberes y derechos tenemos?, ¿qué autoridad tenemos?, ¿cómo debemos ejercerla?, y ¿cómo lo alcanzamos? El versículo 18 nos lo enseña: «orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos».
Si estudiamos la Biblia y la aplicamos con fe, oramos, rogamos y vigilamos de manera perseverante, seremos guerreros efectivos en contra de las tinieblas, tanto en nuestro favor, como en favor de los demás creyentes, de nuestra familia, nuestra ciudad, nación y el mundo entero. Eso es lo que el Señor espera de nosotros, para eso nos llamó a servir en su ejército invencible. Él no espera menos de usted.
Fuente: El Evangélico Digital